lunes, 4 de mayo de 2015

Los ojos de Kumari

Al despertar esa mañana Kumari no vio a nadie alrededor de su cama:
-¡Qué raro!, pensó:
-¿Dónde se habrán metido todos?.

Apenas sus ojos la permitían ver a más de 30 centímetros de distancia, pero intuía entre las sombras pues lo había aprendido desde los 5 años, cuando empezó a perder la visión de sus ojos.

Sus manos y su fiel amiga Indra eran su única ayuda en las duras tareas diarias.

Una vez se hubo incorporado, intuyó que algo no iba bien, la tranquilidad que siempre la acompañaba, la había abandonado aquella calurosa mañana de Septiembre.

Tampoco oía las habituales voces matutinas de Thamel: el bullicio y el gentío que fluían a borbotones desde primera hora de la mañana en el mercado de frutas. Hoy todas aquellas voces diferentes habían enmudecido.

Kumari se acercó a la ventana y grácilmente, cómo había aprendido a hacer, subió la persiana anudando la cuerda en una fuerte lazada.

Giró el picaporte de la ventana apoderándose de ella el más absoluto silencio que jamás había experimentado.

Las nebulosas formas acompañadas de movimiento que eran tan habituales a sus ojos, hoy....habían desaparecido.

Su corazón palpitaba con fuerza, haciéndose sentir en su cabeza.

Indra permanecía a su lado, inmóvil mientras gimoteaba sin cesar.

De repente, alguién tocó con los nudillos a la puerta dando tres sonoros golpes.

Kumari se dirigió hacia allí. Indra la seguía casi pegada a sus piernas:

-¿Quién es?, preguntó con la voz temblorosa.

Pero nadie respondía al otro lado.

-Hola, ¿quién es?

-¡Soy Manoj, Kumari, abre la puerta!.

Al reconocer la voz de su amigo, abrió rápidamente la puerta y este cerrando inmediatamente tras de sí, cogió de la mano a su amiga y la llevó hasta el baño. Indra permaneceía con ellos.

-Manoj, ¿qué haces?, ¿qué está pasando?, ¿quieres decirme que estás haciendo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario